Apuntes para la Participasión

Comunidad, Participación y Ciudadanía


Más que sorteos y vanguardias

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Por Tomás R. Villasante

Democracias de iniciativas de la gente de base.
Atender las necesidades con cada cual, desde las capacidades de cada cual.

 

El debate sobre las nuevas formas de organización social y política ha vuelto a ser una cuestión de primer orden en este año electoral, con los aprendizajes que en estos años nos han ido llegando desde los movimientos indignados. Desde estas experiencias quisiera huir de formular alternativas dicotómicas, tales como partido si o no, o como partidos-movimientos, etc. y profundizar en  cuáles son los sistemas de comunicación en el siglo XXI y cuáles son las barreras de la condición humana. Desde el aprendizaje de rivalidades en las emociones familiares patriarcales hasta las rivalidades políticas. Más allá de la “razón populista” de Ernesto Laclau (que citan Errejón-Iglesias), o del “sorteo ateniense” (que cita Moreno Pestaña en la línea de Echenique-Jacques Rancière).

Puestos a establecer diferencias entre las posibles alternativas, se puede empezar por las más extremas que se han manifestado en Podemos de una forma clara y con nombre y apellidos. Hay un primer eje entre la construcción de lo colectivo desde los Círculos, con Asambleas y el Sorteo, en la línea de lo escrito por Moreno Pestaña (El Viejo Topo nº 327) y en sintonía con las teorías de Rancière sobre la democracia de “cualquiera” y con lo plateado por Echenique; y la posición que ha primado hasta ahora en Podemos, defendida por Errejón y por Iglesias, y que pretende basarse en Lacan y Laclau, a cerca del “significante vacío” y su relleno populista.

También hay otras posiciones posibles que podemos contrastar como la de los “partidos de retaguardia” que hemos oído hablar a Boaventura S. Santos, y que tienen manifestaciones tecno-políticas claras en variadas situaciones; o también  “en las retaguardias” el papel de los Grupos Motores de los movimientos o los conjuntos de acción. Veremos al menos estas cuatro posiciones para destacar algunas de sus características y ver si es posible articular formas operativas para cada situación según las posibilidades constructivas de cada “conjunto de acción”.

¿Sorteos y/o metodologías?

La argumentación de Moreno Pestaña en el VT  empieza con tres preguntas inquietantes y con cierto “equívoco”: “Cómo diseñar una asamblea para que sea eficaz, incentive los mejores impulsos y permita que se escuche a las personas más competentes? ¿Cómo saber quiénes son los mejores? ¿Puede el sorteo ofrecer soluciones a algunos de los problemas que presenta la gestión de la democracia?” Parece razonable que se quiera diseñar las asambleas y las democracias de forma que se estimulen los mejores impulsos y en ese sentido que sean eficientes y eficaces. Pero parece también que los mejores impulsos están en todas las personas y en todos los grupos (al menos en ciertos grados), y no que unas personas sean las mejores y más capacitadas  y otras no lo sean (¿en qué? ¿para qué?, ¿en impulsos es lo mismo que en saberes?). Nuestra lógica, que compartirá Moreno Pestaña por lo que luego argumenta en su escrito, es que no se trata de dividir en buenos y malos a los grupos o personas, sino en que la democracia debe articular lo que se pueda potenciar de mejores impulsos y mejores capacidades en toda la gente en general, y refrenar lo que sean los peores impulsos y costumbres que también tenemos las mismas personas (y que habitualmente nos está estimulando el sistema competitivo y de acumulación consumista en que vivimos).

Si tomamos la experiencia de la Atenas de Pericles, también deberíamos compararla con otras experiencias no tan euro-céntricas, y por lo tanto estudiar otros muchos sistemas democráticos  primigenios de otros continentes, con los que podríamos aprender otras costumbres de toma de decisiones participativas y complejas en sus comunidades. Por ejemplo la antropología en esto nos puede ilustrar más que la filosofía o ciencia política occidental. Las prácticas andinas del sumak kawsay, o el mandar obedeciendo, pueden ilustrar otras formas democráticas con otros contrapesos de poder. Incluso (en lo que se cita de aquella Atenas) lo que hay es un cierto equilibrio de poderes entre la Asamblea, el Consejo y el Tribunal (éste electo por sorteo). Moreno Pestaña justifica bien como el sorteo para los tribunales no es un capricho solamente teórico, sino una pieza bastante importante para la experiencia ateniense. Igual se podría argumentar de los consejos de los mayores o sabios de una comunidad, de los papeles de contraste de poderes entre los chamanes, los jefes militares, etc. en las diversas culturas. El sistema representativo no es lo único que legitima a las autoridades, ni siquiera en nuestra cultura donde los jueces hacen una función central solo a partir de sus conocimientos.

Actualmente hay experiencias de sistemas de sorteo para los Tribunales judiciales en varios países (sobre todo popularizados por las películas norteamericanas), y también los sorteos para la Planificación con los Núcleos de Intervención Participativa o Células  Vecinales de Planificación Participativa. Son métodos interesantes de rebajar la frialdad tecnocrática para darle más protagonismo a las valoraciones del sentido común popular. Pero también hemos constatado por nuestras experiencias que la gente común, sacada de su contexto y ante las argumentaciones técnicas y jurídicas de los especialistas, se deja influenciar lo suficiente para que no siempre salga lo mejor de sus impulsos y sus conocimientos. Los técnicos y las técnicas de dinamización y participación suelen chocar con los especialistas en leyes o en urbanismo por ejemplo, cuando se trata de aplicar estas metodologías. La cuestión sigue siendo: ¿Cómo sacar en cada situación lo mejor de las personas, y no los vicios dominantes? ¿Cómo anticiparse a los problemas y no esperar a resolverlos luego con tribunales?

El papel de las rendiciones de cuentas, de los jurados populares o de las “veedurias” (en sistemas latinoamericanos), tiene el inconveniente de que siempre actúan luego de producidas las políticas, como sistema de control. Y claro que está bien que se controle a los electos, tal como vemos que se suelen comportar en cuanto tienen un poder que les concede la sociedad. Pero unas democracias preventivas serían más eficientes que unas punitivas solamente. Tenemos unos sistemas democráticos defensivos, que dan poder a jueces y a jurados porque todos sabemos de los vicios humanos, y se presupone que las personas no electas (los jueces) o unas personas por sorteo (los jurados) pueden ser más justas que los elegidos popularmente. Lo cual dice mucho de nuestro sistema electoral, que de antemano ya ha de poner una serie de controles por la desconfianza que genera en sí mismo. El sistema de contrapesos dentro de las instituciones y en la sociedad hace que todos desconfíen de todos, como única manera de que la vigilancia mutua trate de evitar los vicios de la condición humana, pues los “mejores” para unas cosas pueden ser también los “peores” en otras (corruptelas, etc.).

En este sentido las criticas de Moreno Pestaña parecen muy justas a  la elección de “los mejores”. No tanto porque no se necesiten las mejores capacidades, sino porque dentro de “la pasión por la distinción” y la “concepción competitiva de la política” que él cita, lo que suele ocurrir es que “diciendo que se eligen a los mejores, en cualquier tema ¿no se legitima el enchufismo, esto es, la capacidad de movilizar redes de influencia sin que se tenga verdadera competencia?” La experiencia de las prácticas partidistas habituales y el estudio del “análisis de redes” nos dan suficiente experiencia en esto. Como se dice en este mismo texto de referencia “se necesitan especialistas, pero debe saberse en qué. En ocasiones hacemos pasar a un maniobrero por un especialista.” Los más capacitados para cada cosa no suelen salir de los que siempre le dicen a su jefe que tiene razón, y que muestran su fidelidad, que es como muchas veces se eligen las listas electorales de los partidos. Más que por listas cerradas y de confianza, deberían mezclarse capacidades de distintas procedencias, dentro de un programa común y con unas metodologías para la construcción colectiva y creativa, pues es desde las diferencias desde donde se puede avanzar en la transformación social y no desde las uniformidades.

Entre las precauciones sobre los sistemas democráticos también se apunta por Moreno Pestaña que: “Las grandes asambleas, sin embargo, no garantizaban la participación masiva y, a menudo, se encontraban dominadas por facciones organizadas o por un grupo de participantes avezados y coordinados, una suerte de aristocracia política de facto. La asistencia quedaba disociada de la participación o simplemente la  participación quedaba restringida a los dirigentes y a sus conflictos.” Esto también sigue pasando, como todos sabemos, en la actualidad. Por eso han ido apareciendo nuevas metodologías tanto para las asambleas (cuanto más grandes menos gente habla o dice cosas de interés), como para la democracia (cuanto mayor sea el tamaño del Estado se hace más complejo el poder articular una descentralización participativa). Por ejemplo, en  las Asambleas Participativas se incluye una división en grupos más pequeños, para que toda la gente pueda opinar, y son muy distintas de las Asambleas solo informativas donde sólo los líderes suelen intervenir.

Por suerte ya vamos sabiendo como superar algunas de estas limitaciones, no solo con unos jurados por sorteo sino con una amplia gama de metodologías participativas, ya con cierto grado de experiencias contrastadas. En las Planificaciones Participativas, por ejemplo, se plantea una agenda consensuada antes de que se inicie el proceso, no hay que esperar a que luego se forme un jurado por sorteo para ver cómo se han portado los representantes elegidos. La lógica es más bien “con cada cual según sus necesidades, de cada cual según sus capacidades” desde el principio. Se establecen las necesidades, y luego podemos ver quién tiene más capacidad para cada asunto concreto que se haya planteado. Este tipo de metodologías anticipa muchos de los problemas que se suelen plantear en las democracias. Veremos más adelante algunas de sus características con algunos detalles más concretos.

¿Significante vacío y/o reticular, para qué?

El razonamiento anterior apenas ha tenido en cuenta que en la política está el arte de cómo actuar con las cuestiones emocionales. Más bien se ha partido de un debate en términos del deber ser racional, tal como los griegos han orientado sus planteamientos. Pero la comunicación humana no es toda la información que circula en la naturaleza. Circula mucha información entre los seres vivos y los inanimados de la naturaleza, y mucho antes de que existiéramos los humanos. La humanidad apenas ha ido pudiendo conocer y construir algunas formas que nos distinguen, pero que aún no sabemos manejar bien. El conocimiento humano es limitado y está lleno de vacíos. De ahí la “retirada del significante” y el “significante vacío” que desde Jaques Lacan tratamos de entender, y de tratar de rellenar, con los contenidos emocionales en primer lugar y con sus justificaciones ideológicas encima. No es el lugar de entrar en su análisis a fondo, pero si podemos sacar algunas consecuencias prácticas de este planteamiento.

Lo más interesante de esta aportación que viene desde Lacan, y tal como la recoge Laclau (2005), es la crítica a los intelectualismos que solo razonan en términos muy racionalistas la política, despreciando como populismos todo lo que tiene que ver con las emociones de la gente. Pero en el fondo de toda comunicación humana están en primer lugar las emociones, los afectos y los sentimientos que hemos aprendido desde la familia, y por lo mismo en la política han de  incorporarse estos análisis desde la psicología social y la antropología, tanto como los de la economía o la sociología. Unas  izquierdas, por ejemplo, que solo se fijan en “programa, programa…” y descuidan la forma y el “estilo, estilo…” de hacer política, ha cometido graves equivocaciones en este aspecto. Y se acusa de populismo a diestra y siniestra sin precisar que todos estamos usando en algún grado estas relaciones emocionales y afectivas. Más nos valdría poner más atención a lo básico de los afectos de la condición humana.

Ernesto Laclau plantea un análisis “lacaniano” de la razón populista, aunque no en todos los casos la justifica: “¿No es esta lógica de la simplificación y de la imprecisión la condición misma de la acción política?” Y con Freud viene a definir lo que es el vínculo social: “un grupo primario de cierto tipo está formado por cierto numero de individuos que han puesto el mismo y único objeto en el lugar de su yo ideal y en consecuencia se han identificado entre sí en su yo”. Aunque él también cita que Freud quiere investigar más sobre los liderazgos posibles: “Nos quedaría mucho por investigar…Averiguar si los grupos con líder son los más originarios y completos, y si en los otros el líder puede ser sustituido por una idea, algo abstracto, respecto de lo cual los grupos religiosos con su jefatura invisible, constituirían la transición…Cabe además preguntarse si el líder es realmente indispensable para la esencia del grupo, y cosas por el estilo.” ¿Líder visible, líder invisible, “idea-fuerza” como la vamos a nombrar más adelante? Aquí hay un buen debate, pues hay muchos tipos de populismos.

Avanza Laclau luego en la construcción de “pueblo” como categoría relacional pues lo ve como que: ”necesitamos una plebs que reclame ser el único populus legitimo”… el “populismo requiere una división dicotómica de la sociedad en dos campos…división antagónica del campo social”…De acuerdo con que sea relacional la construcción, pero no tanto en la necesidad que señala de que sea “provisto desde fuera de estas demandas sociales por un discurso en el cual pueden ser inscritas.”…y que  “depende enteramente de la productividad social del nombre…” Esto de la construcción de un nombre “desde fuera” suena a una construcción poco enraizada, y un tanto alejada de la idea-fuerza que más bien puede nacer desde los “conjuntos de acción” realmente presentes que nosotros analizamos en cada situación. “Encarnar algo solo puede significar dar un nombre a lo que está siendo encarnado”. Por eso ya decíamos en 2007 que esta construcción hay que hacerla desde las metodologías participativas y que si se hace desde fuera el riesgo de que sea frágil es mucho mayor.

Más allá de los “significantes vacíos” Laclau plantea los “flotantes”: “Las fronteras son inestables y están en un proceso de desplazamiento constante, es por eso que hemos hablado de significantes flotantes”. Y además introduce distinciones entre ellos, así por ejemplo con la Larga Marcha de Mao Tse Tung, que ve como un populismo que incluso analiza las contradicciones en el seno del pueblo, muy distinto de “el roba pero hace” tan difundido en muchos de los movimientos latinoamericanos. O “el rol de papá que Perón se había atribuido (que evoca tan claramente la noción de “significante amo” en Lacan)”. Laclau opina que se puede volver completamente vacío. O sea, que no se tenga ningún otro vinculo afectivo más que con el jefe, y que “se mantenga la subordinación de todos ellos al significante vacío. De acuerdo con Freud: esta sería la situación extrema en la cual el amor al padre es el único lazo entre los hermanos.” Hay varias formas de populismos y algunos son muy perversos, por lo que hay que concretar más.

O sea, como ya opinábamos en 2007 sobre el trabajo de Laclau, estamos de acuerdo en que los análisis deben ser flotantes y reticulares, pero que hay que distinguir con más precisión en cada situación concreta. El concepto de “pueblo” en Laclau, de “multitud” de Negri, de “cualquiera” en Rancière, o las éticas de Butler o Zizek, nos parecen unas discusiones más académicas que operativas y prácticas. Aportamos desde hace tiempo metodologías participativas para concretar en cada situación los “conjuntos de acción”, las relaciones empíricas entre actores sociales. Y desde ahí analizamos los  conjuntos de acción “populistas”, otros “gestionistas”, otros “ciudadanistas”, etc. Todos ellos basados en articular conjuntamente  4 variables: las clases sociales, las posiciones discursivas, los vínculos afectivos y sus capacidades organizativas. Se construyen participadamente situaciones complejas donde se entrelazan estas formas reticulares, con la posibilidad de construcción colaborativa de alguna “idea-fuerza” superadora, que juegue y desborde el “significante flotante” y reticular.

Todas estas consideraciones, aunque parten de una cultura formada desde el patriarcado edípico, van más allá de la familia. Afectan a las relaciones básicas de la comunicación y el poder entre los humanos, en lo profesional, en la política, en la publicidad, en todo. Nos decía Jesús Ibáñez: “Las funciones padre y madre pueden ser anudadas a otros términos. Anudar la función padre al psicoanalista o al partido: pero cada vez más al televisor, productor de efectos de realidad y de efectos de verdad. Anudar la función madre a la autopista: también metáfora, su red enmarañada, de las entrañas de la madre”. Hablamos de las “autopistas de la información”, de cómo internet desarrolla este esquema. La publicidad ya está en los pequeños aparatos con los que a diario jugamos. Son el sistema 1.0 en el caso de la red centralizada, modelo de la publicidad en televisión, y del “partido de vanguardia” que se presenta en ella para crear vínculos afectivos y ganar votos. La comunicación viral en internet es la 2.0 y ahora se presenta como alternativa menos centralizada o desconcentrada. Más como la madre que sabe de la diferencia de los hijos y reparte según sus necesidades y sus capacidades.

“La función clasificadora y jerarquizadora la cumplió primero la teología: Dios había creado un mundo en que cada uno tenía su lugar. Los transgresores iban al infierno. Luego la cumplió el derecho: leyes y reglamentos, y costumbres no escritas, ponían a cada uno en su lugar… Los trasgresores iban a la cárcel o al patíbulo (si eran pobres). Ahora la cumple la publicidad: La publicidad dice a cada uno lo que puede y debe comprar, qué productos y qué marcas corresponden a la condición social de cada uno…” (J. Ibáñez, 1994) La publicidad se vincula con el estilo de vida y de consumo de cada segmento de la población, y en este sentido también la política juega un papel del consumo más o menos cotidiano y sobre todo electoral. Un “partido de los mejores”, de “vanguardia”, debe saber usar estos medios, para llegar a la población de forma bastante indiscriminada. Estas son las reglas de juego populista, pero rellenar o desbordar estos vacíos tiene diferentes caminos.

No es solo la cuestión de matar al padre, a la casta por ejemplo. Este camino ya está en marcha con la generación más numerosa y preparada de este país, y se viene expresando desde el 15M, con movilizaciones y marchas, con éxodos y con el cambio generacional de líderes. Casi todos han entrado ya en este juego, pero es diferente hacerlo con redes centralizadas, descentralizadas, conjuntadas o distribuidas, es decir como 1.0, como 2.0 (o como 2,5.0), o 3.0 por usar esta terminología informática. Contra el relativo éxito electoral de Podemos en las europeas, la oligarquía dominante ha aprendido rápido, y la critica de la derechota ha machacado que “todos somos lo mismo”: también hay peleas internas, alguna corruptela, siguen a Venezuela o Grecia, pero al final hacen lo mismo. Ya que la diferencia estaba por abajo, por los círculos y la otra forma de hacer política: Está el camino del 3.0 y del sorteo, por ejemplo. Está el camino del 2.0 y de la tecno-política, o del “partido de retaguardia” (Boaventura S. Santos).  Está el camino de los “grupos motores”, o sea, como llenarlo de “fratrías”, de pandillas, de “círculos” que no reproduzcan los vicios paternos.

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Desbordar el “significante flotante” se puede hacer “desde fuera” pero tiene sus peligros de fragilidad y hasta de perversiones. Mejor es encarnarse con los “cualquiera”, con las iniciativas de la gente, y no tanto con “los mejores amigos” como lo están haciendo los viejos partidos de vanguardia. La idea-fuerza no puede ser tan solo un líder atrapa-casi-todo (en un medio de TV y electoral hostil), sino una construcción que dé continuidad a las “mareas” desde abajo. Y aquí cabe mucho debate y articulaciones diferentes como, por ejemplo, lo han estado construyendo algunas candidaturas municipalistas. También lo podría hacer una potencial candidatura con un proceso unitario, de tipo instituyente o constituyente, para el cambio en todo el Estado. Aún estamos a tiempo de reconstruir algunos caminos de abajo a arriba, más horizontales, en vez de reproducir los partidos desde una vanguardia con los mejores amigos, basándose en la publicidad centralizada. La desconfianza hacia grupos de base no es buena consejera, pues aunque siempre hay indeseables y trepas, también hay mucha más gente que tienen mucho que aportar. Y las nuevas metodologías participativas permiten ir depurando desde abajo los programas de necesidades mejores y las capacidades personales más adecuadas a cada caso.

Tecno-política y grupos motores, desde la retaguardia.

Las redes 2.0 han sido muy usadas por la tecno-política de los grupos motores del 15 M y de sus continuadores en las diversas movilizaciones sociales. Es un fenómeno mundial que se puede seguir en America Latina o en Asia, vinculado a una generación que creció con estas nuevas formas de comunicación. Es una comunicación organizada desde unos grupos anónimos, que circula de forma descentralizada (no tanto “distribuida”), y que se prioriza por la “estigmergia” (priorización) de quienes aceptan continuar esa difusión que puede llegar a ser viral y masiva. La forma discreta y anónima de comunicarse lanza la idea-fuerza más allá de un líder representativo, prioriza el contenido de la idea-fuerza (“democracia real ya”, por ejemplo) más que a las personas que lo impulsan. Es una nueva forma que va más allá de los partidos de vanguardia, de la importancia que tienen los “mejores reconocidos”, aunque no deja de basarse en una cierta tecno-política de los “mejores anónimos” en estas metodologías.

En estas lógicas lo que se prioriza es sustituir al padre-publicitario-líder por la madre que escucha las diferencias y discretamente va coaligando a las diversas necesidades en una idea-fuerza movilizadora. Y esto lo van haciendo desde abajo, desde atrás, como el EZLN de Chiapas “escuchando al último de la fila”, con el “mandar obedeciendo”, con estilos de hacer política menos vanguardistas y más participativos. En una expresión que usa Boaventura Sousa Santos, serían “partidos de retaguardia”, que no van delante con la bandera y su comunicación publicitaria clásica, sino que van detrás escuchando y animando, encarnados en formas muy de base, más cercanos a los movimientos sociales que a los partidos electorales. Aunque hay grupos motores de estos procesos, ya que no son tan espontáneos y horizontales como a veces se dice, su comunicación sí es mucho más horizontal y depende tanto de las asambleas presenciales cara a cara, como de los comentarios anteriores y posteriores que circulan por las redes.

Esto les da una credibilidad muy importante, pues aunque puede haber algunas figuras de referencia, la idea-fuerza está construida desde una escucha permanente en las redes sociales y se mantiene ligada a ellas como principal referente. Tanto en movimientos como el MST (los sin tierra de Brasil) como los Zapatistas en Chiapas se pueden seguir de forma más presencial. También en los “Anonimus” que hacen campañas virales por Internet como en los indignados de muchas partes del mundo, lo que más aparecen no son los grupos motores que los animan, sino las movilizaciones y sus contenidos (idea-fuerza) de transformación social. Esta forma de desbordar los “significantes flotantes”, de construir otras metodologías más democráticas, son los nuevos estilos de hacer una política diferente. Necesitamos aún un tiempo de mayor auto-aprendizaje colectivo desde las experiencias propias y ajenas, para ir construyendo estas formas nuevas de hacer política. La forma electoral publicitaria no puede prescindir de las formas virales de construcción de las movilizaciones y del conocimiento.

Un paso más en esta dirección son lo que llamo las “democracia de iniciativas” y los “grupos motores” de base. Los colocaría como “2,5.0” pues no llegan a la ciber-utopía del 3.0 que significa lo totalmente distribuido. En algunas “fantasías solitarias” de algún pensador o de algún deseo de hermandad universal la comunicación total por internet de todas las personas con todas las personas teóricamente es posible, pero en la práctica lo que se da son más las “redes conjuntadas” que las “redes distribuidas” (T. R. Villasante, 2014). Pero también, a diferencia de las “redes descentralizadas” del 2.0, no se trata de grupos con una sola ideología, y con filtros para controlar la pureza de sus mensajes, sino de propiciar la construcción colectiva desde diferentes necesidades sentidas y desde las ideologías que puedan existir. Aquí la tecno-política no es tanto de difusión sino de participación en primer lugar, desde debate en grupos, de talleres, de asambleas, y edición colaborativa.

Las pandillas son también grupos de amigos, pero como en los Grupos Motores, no se pretenden poner en el papel del padre o de la madre, sino iniciar otros caminos, pues si se pretendieran colocar en esos papeles acabarían reproduciendo los mismos vicios que criticaban. Los Grupos Motores no son tampoco completamente horizontales, de forma que “cualquiera” pueda entrar en el “sorteo”, sino que saben por escuchar la diversidad del día a día qué necesita cada quien, y quién  es la persona más capacitada para atender cada aspecto de lo que se plantea entre todas las pandillas. En los Grupos Motores no se elige primero a un representante para que este nos interprete, sino que se construyen los problemas y las necesidades con unas “escuchas y análisis colaborativos” desde abajo, y solo después se plantea cual es la capacidad que se necesita y quien la tiene para un tiempo y una tarea concreta. Esto es, mandatos rotatorios e imperativos a partir de una planificación participativa desde las iniciativas de la gente de base.

Lo que se puede dar más probablemente en las transiciones posibles son articulaciones entre diversos caminos como los aquí presentados. Lo que nos lleva a pensar en algunas experiencias democráticas con un doble circuito. Estos ejemplos de las “democracias de iniciativas”, son mucho más metodológicas que ideológicas. No es que no existan las ideologías, sino que su papel está atemperado o disminuido por la convergencia de los sentidos construidos colectivamente para cada situación concreta.  Por ejemplo en el Estado de Kerala (32 millones de habitantes, en India) por delante van las metodologías para la Planificación Participativa, aunque se sabe que por detrás están las ideologías de tipo gandhiano, marxistas, etc. Desde 1996 con las Asambleas, los Grupos Voluntarios y con los Electos hay procesos que vienen funcionando gobierne quien gobierne, porque están basados en los acuerdos que se alcanzan en la construcción de la Planificación conjunta y luego en su seguimiento.

En Latinoamérica y en Europa hemos participado y estamos desarrollando Planificación y Presupuestos Participativos, con algunos dobles circuitos de toma de decisiones que se retroalimentan entre sí. Después de 25 años de experiencias, la Declaración de Bogotá da testimonio de estos principios participativos, para poder pasar desde una democracia  solo representativa hacia una participativa. El siguiente esquema presenta unos circuitos paralelos y articulados con las formas de administración que conocemos. Si bien se restringe bastante el papel del gobierno electo, no deja de existir. Se trata de razonar qué otros cauces deberían intervenir para que la gente se pueda sentir protagonista de la toma de las decisiones que le afecten a su vida personal y comunitaria.

1.-Circuito desde la gente, “con cada cual según su necesidad, y de cada cual según su capacidad”.

 2.-Circuito de votos, gobiernos y administración de servicios, donde sus capacidades se juntan con las capacidades de los grupos y mesas ciudadanas.

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En el circuito superior se construyen las necesidades social y democráticamente desde la gente a través de grupos, mesas, asambleas e internet, con el apoyo metodológico de técnicos a su servicio. Y también se priorizan las iniciativas que han de ejecutarse en primer lugar. Luego viene decidir qué capacidades y qué técnicos y grupos sociales y políticos son los encargados de cada actuación. Y luego con la ejecución, ya se puede ir haciendo el seguimiento y la rendición de cuentas, para volver a empezar el ciclo. Es un proceso que podemos secuenciar como N.I.C.E.: a) construcción de Necesidades, b) priorización de Iniciativas, c) selección de Capacidades, d) Ejecución y evaluación de lo acordado.

En la actualidad se suele proceder al revés. Primero se analizan algunas ejecuciones y se tratan de llevar a otros contextos, es decir, copiarlas porque se ponen de moda. Luego se eligen a los representantes políticos porque defienden en sus programas que harán tales actuaciones. Más tarde los gobiernos mandan hacer esas iniciativas a la administración para que den servicios en la vida cotidiana, a ver si coinciden con las necesidades de la gente. Y si resultan, vuelven a pedir el voto, y si no resultan se puede no votarles, cada cuatro años más o menos. Esto es: elegir a los que se creen capaces primero y que ellos interpreten las necesidades de la gente luego. Parece más acertado empezar por “de cada cual según su necesidad” desde la gente y con sus iniciativas, y luego pasar a considerar a quién le debe corresponder ejecutar “según su capacidad”. Las democracias radicales y participativas han de abrir otros procedimientos para que la gente se pueda sentir que toma algún tipo de decisiones sobre su vida cotidiana y comunitaria. Parece más justo y eficiente que las democracias participativas realmente existentes nos ilustren de aquellas formas más transformadoras social y ecológicamente.

Referencias:

  • Agamben, Badiou, Bensaid, etc. (2010) Democracias en suspenso. Madrid Casus Belli.
  • Calle, Angel y Vilaregut, Ricart (2015) Territorios en Democracia. Barcelona. Icaria
  • Declaración de Bogotá (2011) ver en Democracias participativas. Presupuestos participativos dentro de: http://www.redcimas.org
  • Ibáñez, Jesús (1994) Por una sociología de la vida cotidiana. Madrid. Siglo XXI
  • Moreno Pestaña, José Luis (2015) El sorteo o la socialización del capital político. El Viejo Topo, nº 327. Barcelona.
  • Laclau, Ernesto (2005) La razón populista. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
  • Pinto, Rosa y Villasante, T. (2011) La democracia en marcha. Kerala. Barcelona El Viejo Topo
  • Rancière, Jacques (2006) Odio a la democracia. Buenos Aires. Amorrortu.
  • Santos, Boaventura S. (2010) Para descolonizar occidente. Buenos Aires CLACSO. Prometeo
  • Villasante, Tomás R. (2014) Redes de vida desbordantes. Madrid. La Catarata.
  • Villasante, Tomás R. (2007) Presentación, en el Monográfico Metodologías Participativas y Complejidad en las ciencias sociales. Revista Política y Sociedad nº 44. Madrid

(El presente trabajo ha sido publicado originalmente en la Revista El Viejo Topo)



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